The Crazy Haacks y la pócima eterna by The Crazy Haacks

The Crazy Haacks y la pócima eterna by The Crazy Haacks

autor:The Crazy Haacks
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788418057397
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España


De camino al templo, se me acerca una vaca y me olfatea la cabeza. ¿Qué hago? Son sagradas y no sé si la puedo apartar… ¡Todo el mundo las deja a su aire y no les dicen nada! Pero entonces intenta morderme el pelo… ¡Se ha pasado de la raya!

—¡Oye! ¡Que eso no es comida! —grito, mientras me aparto.

—Klaus, ¿por qué las vacas están aquí y no en el campo? —pregunta Hugo.

—Porque las vacas simbolizan la Madre Tierra, la fertilidad y la abundancia. Cuando dejan de dar leche y ser útiles para las familias, las dejan en libertad y ellas se acercan a las ciudades para que las alimenten. La gente les da comida, aunque no sean de su propiedad, a modo de ofrenda. ¡Es una buena acción para limpiar su karma!

—¿Consideramos pelo como comida? —digo yo, ofendida—. ¡Porque esta vaca no deja de masticar mi melena!

Me he cubierto parte de la cabeza con el sari, a ver si así me deja tranquila, y proseguimos nuestro camino.

—Aquí hay demasiada gente y huele fatal —protesta Hannah—. ¿Por qué no volvemos a Alemania y ya está? ¡El mundo no va a ser peor por dos perros que graznen y dos grullas que ladren! ¿A quién le importa?

—¡Ni hablar, Nichte! El uso inadecuado de la bebida de suplantación de la identidad es mucho más grave que eso. No regresaremos hasta que no hayamos conseguido todos los ingredientes del antídoto.

Llegamos al templo, tras una larga caminata esquivando vacas y porquería del suelo. ¡Ahora entiendo por qué Mami dice que la vida es mucho mejor desde que existen los robots de limpieza! Empiezo a valorar también eso de vivir en un país en el que existen las alcantarillas.

Vemos acercarse a un sacerdote y Hugo sale corriendo para detenerlo.

—¡Namasté! —lo saluda—. Perdone, es que tenemos un pequeño problema y seguro que usted puede ayudarnos.

El sacerdote asiente, encantado, y acompaña a mi hermano hasta donde estamos nosotros.

—¿Qué problema tenéis, jovencitos?

Rápido, Dani, ¡piensa! ¿Cómo podemos hacer sudar a un sacerdote sin que sospeche nada raro?



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